martes, 21 de octubre de 2008

NOA (Noroeste Argentino) 2da. Parte de la maravilla...

Transcribo lo que cuenta mi diario de viaje:




“Catamarca, jueves 9 de octubre de 2008. 7.43 a.m. -8º C marca el termómetro de la Morocha. Los chicos cargan combustible desde los bidones ubicados en los portaequipajes y el sol sale recién entre los médanos de este desierto que, por lo alto, se mezcla con el cielo.
Sus rayos se filtran en el suelo ajado, una mezcla de arena, piedra y desecho de los escupitajos feroces del Volcán Peinado. El cielo está impecable de claro y amplio. Este escenario fue nuestro campamento durante la noche. Sí. Increíble dormir acá, en un extremo del Salar de la Mina. Solos con la luna y su fondo de estrellas.
El camino de la travesía fue duro, tanto para las yeguas a diesel como para sus gauchos. Pero en la misma medida la dimensión de lo bello que nuestros ojos se llevan.
Rodeamos al Peinado atravesando un desierto de lava. Si tuviera que ponerle un nombre lo llamaría “Desierto Dragones”. Esa es la imagen que despiertan en la mente los relieves retorcidos de las millones de piedras negras creadas por la lava seca.
Sergio está feliz. Al fin pudo toparse con “el Peinado”. El que nunca tiene nieves eternas por el calor de su boca. Al que sus laderas le han quedado “peinaditas” por los ríos hirvientes que las cubrieron hace millares de años. Uno de los volcanes más altos del mundo que se encuentra en la zona más poblada de volcanes del planeta. Lo conocía desde todos los rincones que las imágenes satelitales le permitían ver. Era tal su fascinación que tocaba la obsesión…
Estamos llegando a Antofagasta. Es un pueblito con casas de adobe colorado, de calles solitarias que el viento recorre desaforado.
En el camino atravesamos salares, lagunas de colores mágicos, valles amplísimos y encajonados por altos cerros. Todo a lo largo de huellas que ha marcado el hombre en su afán por acercarse a lo divino y sentirse vivo.
Nota: Durante la noche, en la nada (más contenedora del todo!) más absoluta, TODOS sentimos varios temblores a nuestros pies. Recuerdo que me dije a mi misma, para tranquilizarme, que no podía ser, que estaba soñando. Pero descubrí más tarde que fue realidad."